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martes, 6 de noviembre de 2007

Impactos sobre la ecología y el sistema social

Impactos sobre la ecología y el sistema social
Lo complejo de los sistemas naturales, sociales y económicos hace difíciles las predicciones. Sin embargo, es claro que se tendrán efectos sobre el hábitat, los cuales proveen de energía, alimentos, fibras, medicinas, reciclaje de carbono, agua, control de erosión y recreación. Asimismo, los efectos sobre el hábitat implican migraciones, adaptaciones, extinciones, pestes y cambios en la productividad. El efecto que se dé en los bosques a su vez, impactará en el clima, ya que los bosques retienen el 80% del carbono sobre la tierra, mientras que el suelo captura el 40%. El bosque afecta el clima mediante la evaporación, la temperatura de la tierra, la formación de nubes, la fuerza que da a los suelos y su efecto en los regímenes de precipitaciones. También contienen especies en un frágil equilibrio vital. Las migraciones de especies debido al cambio de la temperatura pueden alterar las condiciones de los bosques. (Villalobos, S. F., 2005).


La función de los bosques en las existencias mundiales de carbono
Volumen de carbono almacenado en los ecosistemas forestales. El carbono se acumula en los ecosistemas forestales mediante la absorción de CO2 atmosférico y su asimilación en la biomasa. El carbono se almacena tanto en la biomasa viva (la madera en pie, las ramas, el follaje y las raíces) como en la biomasa muerta (la hojarasca, los restos de madera, la materia orgánica del suelo y los productos forestales). Cualquier actividad que afecte al volumen de la biomasa en la vegetación y el suelo tiene capacidad para retener -o liberar- carbono de la atmósfera o hacia la atmósfera. En conjunto, los bosques contienen más de la mitad del carbono presente en la vegetación terrestre y en el suelo, estimándose su cuantía en 1 200 Gt. (Dixon, 1994; Schlesinger, 1997.)

Los bosques boreales son el ecosistema que acumula una mayor cantidad de carbono (el 26% del total del carbono terrestre), en tanto que los bosques tropicales y templados contienen el 20% y el 7%, respectivamente (Dixon, 1994). En comparación con la vegetación de otros ecosistemas terrestres, la vegetación forestal tiene una gran densidad de carbono (IPCC, 2000).

El carbono almacenado en el suelo y en los residuos vegetales de los ecosistemas forestales constituye una parte importante de las reservas totales de carbono. A escala mundial, el carbono del suelo representa más de la mitad del carbono almacenado en los bosques. Cabe señalar, sin embargo, variaciones importantes entre distintos ecosistemas y tipos de bosque. Entre el 80 y el 90% del carbono existente en los ecosistemas boreales está almacenado en forma de materia orgánica del suelo, en tanto que en los bosques tropicales se encuentra distribuido en partes iguales entre la vegetación y el suelo. La causa principal de esta diferencia es la influencia de la temperatura en los índices relativos de producción y descomposición de la materia orgánica. En las latitudes altas (es decir, en los climas más fríos), la materia orgánica del suelo se acumula porque se produce con mayor rapidez de la que se puede descomponer. En cambio, en las latitudes bajas, las temperaturas más cálidas provocan la rápida descomposición de la materia orgánica del suelo y el reciclado subsiguiente de los nutrientes. (IPCC, 2000).


Flujos del carbono de los ecosistemas forestales
Todos los biomas forestales han experimentado variaciones importantes en su distribución desde la última era glacial (18 000 años atrás), cuando el clima era más frío y más seco que en la actualidad. Los bosques boreales y de la zona templada septentrional quedaron constreñidos entre las capas de hielo y la tundra esteparia que avanzaban desde el norte y las tierras semidesérticas y la tundra esteparia que progresaban desde el sur, en tanto que con el avance de la sabana, las selvas tropicales quedaron reducidas a pequeños enclaves. El volumen de carbono almacenado en los biomas terrestres era de un 25 a 50% menor que en la actualidad. La retención de carbono terrestre aumentó durante el período cálido y húmedo de comienzos del holoceno, hace unos 10 000 años y, posteriormente, disminuyó en unas 200 Gt, hasta el nivel actual (2 200 Gt de carbono), probablemente como consecuencia del enfriamiento y la mayor aridez del clima.

Hasta el siglo XIX, la actividad antropogénica apenas influían en el almacenamiento de carbono en la tierra a través de los incendios, la utilización de combustible y la deforestación, pero desde el inicio de la revolución industrial, estas actividades han tenido repercusiones importantes sobre el ciclo mundial del carbono. Entre 1850 y 1980, se emitieron a la atmósfera más de 100 Gt de carbono a través de los cambios del uso de la tierra, que supusieron alrededor de un tercio de las emisiones totales de carbono antropógeno de ese período (Houghton, 1996).

Hasta los últimos años del siglo XIX, la tala y degradación de los bosques se producía fundamentalmente en las regiones templadas. En el siglo XX, la superficie de los bosques templados se ha estabilizado y los bosques tropicales han pasado a ser la principal fuente de emisiones de CO2 de los ecosistemas terrestres (Houghton, 1996). En la actualidad, la cubierta forestal está experimentando un ligero aumento en los países desarrollados: entre 1980 y 1995 se produjo un incremento medio de 1,3 millones de ha/año (FAO, 1999). En los últimos decenios, muchas regiones forestales de la zona templada (como Europa y la parte oriental de América del Norte) han pasado a ser sumideros de carbono debido al establecimiento de plantaciones, la reaparición de bosques en tierras de cultivo abandonadas y el aumento de las existencias en formación en los bosques. En cambio, los bosques tropicales se han convertido en una fuente importante de emisiones de carbono; se estima que durante el período comprendido entre 1980 y 1995 la tasa de deforestación tropical fue de 15,5 millones de ha anuales (FAO, 1999).

Se calcula que en el decenio de 1980, las emisiones netas de carbono debidas al cambio de uso de la tierra fueron de 2 a 2,4 Gt por año , cifra equivalente al 23-27% de todas las emisiones antropógenas (Houghton, 1999; Fearnside, 2000). La mayor parte de las emisiones de carbono debidas al cambio de uso de la tierra tienen su origen en la deforestación tropical. La quema de biomasa también libera otros gases de efecto invernadero, como el metano y el óxido nitroso. La quema de biomasa forestal provoca el 10% de las emisiones de metano a escala mundial. También la degradación de los bosques supone una liberación de carbono. Se considera que durante los años ochenta la degradación de los bosques tropicales comportó una emisión neta de 0,6 Gt de carbono anuales (Houghton, 1996). En el Asia tropical, la pérdida de carbono producida por la degradación forestal alcanza casi el mismo volumen que la provocada por la deforestación.

Existen cada vez más pruebas de que las variaciones en la concentración de gases atmosféricos debidas a la actividad humana están afectando al ciclo del carbono en los bosques. La concentración de CO2 en la atmósfera ha aumentado a escala mundial de 280 ppm antes de la revolución industrial a 370 ppm en 2000, y también ha aumentado sustancialmente el índice de fijación de nitrógeno en los bosques situados en las proximidades de las regiones industriales. Probablemente, ambos efectos se traducirán en un aumento del crecimiento y productividad vegetal. En los últimos años, las parcelas permanentes de muestreo existentes en los bosques climáx de América del Norte y del Sur han experimentado un aumento significativo de la biomasa forestal. Otros datos que indican una mayor absorción de carbono en las regiones forestales son los que proceden de las mediciones micrometeorológicas de los flujos de CO2 por encima de los bosques y de las evaluaciones de la distribución del CO2 atmosférico a escala continental. Algunos estudios indican que, debido a los efectos combinados de la reforestación, la regeneración de bosques degradados y el incremento del crecimiento de los bosques existentes, cada año se absorben de 1 a 3 Gt de carbono, que compensan las emisiones mundiales derivadas de la deforestación (Mahli, Baldocchi y Jarvis, 1999).

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