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martes, 6 de noviembre de 2007

Estrategias en relación con el carbono

Estrategias en relación con el carbono
Tres son las estrategias que pueden adoptarse en relación con el carbono presente en los bosques:


La primera consiste en aumentar la tasa de acumulación de carbono mediante la creación o ampliación de sumideros de carbono (absorción del carbono).


La segunda radica en impedir o reducir la emisión del carbono existente en los sumideros actuales (conservación del carbono).


La tercera estrategia supone reducir la demanda de combustibles fósiles aumentando la utilización de madera, ya sea en productos de madera duraderos (es decir, la sustitución de materiales como el acero y el cemento con un alto consumo de energía) o como combustibles (sustitución del carbono).

Estas estrategias pueden ser complementarias. Existen ya varias iniciativas encaminadas a la absorción y conservación del carbono, como las actividades realizadas conjuntamente que se desarrollan en el marco de la CMCC y los proyectos sobre el carbono relacionados con el cambio del uso de la tierra y la silvicultura (Bass, 2000).


Absorción del carbono
El potencial de absorción de carbono mediante actividades de forestación/reforestación depende de la especie, el lugar y el sistema de ordenación y, por consiguiente, es muy variable. Los índices normales de absorción, expresados en toneladas de carbono (tC) por hectárea y año, en le trópico es de 3,2 a 10 tC (Brown, 1996). Los estudios realizados en las regiones tropicales indican que sería posible absorber un volumen adicional de carbono, que se cifra en 11,5 a 28,7 Gt de carbono mediante la regeneración de unos 217 millones de ha de tierras degradadas.

Tal vez únicamente un tercio de la tierra ecológicamente adecuada podrá destinarse a actividades de forestación/reforestación (Houghton, Unruh y Lefebvre, 1991). En esta hipótesis, las actividades agroforestales y de forestación/reforestación absorberían alrededor de 0,25 Gt por año, cifra a la que se añadirían 0,13 Gt anuales gracias a la restauración de tierras degradadas.

Las actividades silvícolas que aumentan la productividad de los ecosistemas forestales, como los aclareos realizados en el momento adecuado, pueden incrementar en cierta medida el almacenamiento de carbono en los bosques. Sin embargo, los efectos de los distintos sistemas silvícolas en la absorción total de carbono son mucho menores que las actividades de forestación y reforestación (Dixon, 1993).


Conservación del carbono
Si bien el medio más eficaz para reducir las concentraciones atmosféricas de CO2 es la reducción de emisiones a partir de la combustión de productos fósiles, en relación con el uso de la tierra y la silvicultura, la conservación de los niveles actuales de carbono de los bosques ofrece desde el punto de vista técnico las mayores posibilidades para una atenuación rápida del cambio climático.

Teniendo en cuenta que la mayoría de las emisiones de carbono debidas a la deforestación se producen en un plazo de unos pocos años después de que se han talado los bosques, la reducción de la tasa de deforestación tendrá un efecto más inmediato sobre los niveles globales de CO2 atmosférico que las actividades de forestación/reforestación, que pueden suponer la eliminación de la atmósfera de un volumen similar de carbono, pero en un período mucho más prolongado.

El potencial de conservación del carbono a través del mantenimiento de la cubierta forestal depende del escenario de referencia para la deforestación sin que se tome medida alguna. En principio, si se frenara por completo el fenómeno de la deforestación se podrían conservar de 1,2 a 2,2 Gt de carbono anuales (Dixon, 1993). Sin embargo, si bien es cierto que los ingresos relacionados con el carbono podrían suponer una mejora económica de las tierras forestales, los proyectos que se ejecuten deberán afrontar también las causas subyacentes de la deforestación y los problemas de la utilización insostenible para asegurar la conservación del carbono. (Brown. 1996) estiman que si se redujera la deforestación en las regiones tropicales se podrían mantener de 10 a 20 Gt de carbono hasta 2050 (de 0,2 a 0,4 Gt anuales).

La conservación del carbono almacenado en los bosques se puede obtener adoptando mejores prácticas de ordenación. La que podría dar mejores resultados es la explotación de impacto reducido en los trópicos. Las prácticas de explotación convencionales pueden causar graves daños a la masa residual, llegando a dañar hasta el 50% de los árboles remanentes (Kurpick y Huth, 1997). La aplicación de técnicas de explotación de impacto reducido puede reducir en un 50% los daños causados a la masa residual (Sist, 1998) y, por consiguiente, reducir el nivel de las emisiones de carbono asociadas con la explotación. (Nabuurs y Mohren 1993), calculan que la adopción de ese tipo de técnicas en las selvas tropicales puede redundar en la conservación de 73 a 97 tC por hectárea. Dado que cada año se talan 15 millones de hectáreas de bosque tropical (Singh, 1993), en su mayor parte de manera insostenible (Poore, 1989), existe un potencial considerable para aumentar el carbono almacenado. El volumen de carbono adicional que se conservaría mediante la adopción de técnicas de explotación de impacto reducido se basa en la hipótesis de que la explotación convencional continuaría si no se produjera una intervención y existe interés en cuantificar los cambios en el carbono almacenado relacionados con la modificación de las prácticas de aprovechamiento (IPCC, 2000)

Los incendios provocan la liberación de grandes cantidades de carbono de los bosques cada año. Las condiciones meteorológicas derivadas del cambio climático, como la intensificación del fenómeno del Niño, aumentan el riesgo de incendios. Las prácticas de control de los incendios pueden favorecer la conservación de las existencias de carbono en los bosques. Sin embargo, para que esas prácticas sean eficaces, las medidas de prevención y lucha contra los incendios deben ir acompañadas de cambios en la política de uso de la tierra y de medidas dirigidas a afrontar las necesidades de la población rural. También podrían plantearse problemas al determinar los valores de referencia en los proyectos de prevención de incendios, que dependerán de las interacciones entre los factores humanos y estocásticos, como el tiempo. (IPCC, 2000)



Sustitución del carbono

Según señala el (IPCC, 2000) a diferencia de lo que ocurre en el caso de la quema de combustibles sólidos, el uso de biocombustibles producidos de forma sostenible no comporta una emisión neta de CO2 a la atmósfera, puesto que el CO2 liberado en la quema de biocombustibles es absorbido por la biomasa en regeneración. El establecimiento de nuevas plantaciones de biocombustible también tendrá un efecto positivo de retención de carbono a largo plazo si sustituyen un uso de la tierra con una tasa menor de retención. Aunque la densidad media de carbono a largo plazo de un bosque explotado para la obtención de biocombustibles (particularmente para un sistema de monte bajo de turno corto) será menor que la de un bosque sin explotar o una plantación de turno largo, lo cierto es que almacena más carbono que la mayor parte de las tierras destinadas a usos no forestales. A la inversa, si se sustituyen los bosques naturales por monte bajo de turno corto para la producción de biocombustibles, se perderá el efecto beneficioso de la sustitución de los combustibles sólidos debido a las emisiones resultantes de la transformación del bosque.

La sustitución de materiales que producen la emisión de un gran volumen de dióxido de carbono (durante la elaboración, en el caso del cemento, o por el elevado consumo de energía, como el acero) por productos de madera podría comportar también una importante reducción neta de la emisión de CO2.

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